Lectura filosófica de Torá

El libro de Génesis narra la saga mítico-histórica de los patriarcas y muestra cómo en el texto bíblico se construye, desde sus primeros párrafos, un tratado sobre la filiación. Sus protagonistas no son héroes sino padres. Pero, ¿qué es un padre? Junto con esa pregunta surge la interrogación acerca de la herencia, la transmisión, la ley, la maternidad, pero también sobre la muerte y el tiempo, con sus promesas y sus amenazas. Internarnos en estos textos depara sorpresas y descubrimientos de impactante actualidad.
Cuándo: 1° y 3° lunes de cada mes, de 12,15 a 14,15 Comienza: 3 de abril Arancel: $ 1.500 mensuales No se requieren conocimientos previos
Todos los grupos tienen formato de seminario permanente y son de duración anual. Los grupos son reducidos y de cupo limitado.
Zona: Álvarez Thomas y Dorrego, CABA
Condiciones de inscripción:
1) Consultar disponibilidad de vacante. 2) Una vez confirmada esta, la inscripción se realiza mediante pago por depósito o transferencia bancaria de un anticipo de $ 500, que será descontado del pago del primer mes el día de comienzo de clases. (ver datos de cuenta aquí). 3) Envío por mail de comprobante del pago para formalizar la inscripción. 4) Imprimir y presentar firmado el Contrato grupal el día de comienzo de clases.
Informes e inscripción:

La filosofía y sus outsiders

La pregunta por la escritura es mucho más que una cuestión técnica: apunta a indagar los modos de constitución de nuestra cultura, de nuestras categorías de pensamiento, de nuestra subjetividad. Nuestros guías en el trayecto serán Platón y Derrida (leyendo a Platón), Foucault y Barthes (con sus tesis de la muerte del autor), Walter Benjamin sobre la traducción, el jurista Pierre Legendre sobre la interpretación… y otros autores que han reflexionado sobre lo escrito y sus posibilidades.
Cuándo: 1er. jueves de cada mes, de 9,45 a 11,45 a.m. Comienza: 6 de abril Arancel: $ 1100 mensuales No se requieren conocimientos previos
Todos los grupos tienen formato de seminario permanente y son de duración anual. Los grupos son reducidos y de cupo limitado.
Zona: Álvarez Thomas y Dorrego, CABA
Condiciones de inscripción:
1) Consultar disponibilidad de vacante. 2) Una vez confirmada esta, la inscripción se realiza mediante pago por depósito o transferencia bancaria de un anticipo de $ 500, que será descontado del pago del primer mes el día de comienzo de clases. (ver datos de cuenta aquí). 3) Envío por mail de comprobante del pago para formalizar la inscripción. 4) Imprimir y presentar firmado el Contrato grupal el día de comienzo de clases.
Informes e inscripción:
facebook.com/sperling.diana (por mensaje)

Al límite, con humor

“No se puede ofender la fe de otros”. “Tenemos derecho a burlarnos de cualquier religión”. Entre ambas afirmaciones, enunciadas por personas de gran relevancia pública, se juega un viejo problema: el del límite. La libertad de expresión, para decirlo con los términos convencionales. ¿Hasta dónde, cuánto, de qué manera? Y básicamente, ¿sobre quién? ¿Es posible mofarse o ironizar acerca de cualquiera, en cualquier circunstancia? Porque el humor es, sin duda, un caso particular pero especialmente efectivo de dicha libertad. Pero si tal libertad es real y verdadera, ella misma podrá ser objeto de discusión o mofa. No es imaginable una sociedad sometida a un régimen totalitario sosteniendo un debate como el que se está desarrollando en estos días. Incluso el límite podrá ser, también, sometido a chiste o burla. Porque la cuestión no es “hasta dónde”, sino desde dónde. Desde qué lugar, posición o título decidir y disponer acerca de ese límite. Y es en esa pregunta donde se juega, realmente, el problema de la democracia. ¿Es la autoridad política o religiosa la que dictamina las fronteras de lo posible –en tanto permitido- de decir? Si así fuera, esa misma autoridad se consideraría por encima y exenta de toda burla o sátira. Posición de soberano absoluto, no sometido a las mismas reglas de los subordinados a los que legisla en tanto autoridad. Pero he aquí que justamente es ese poder –político o religioso- el más frecuente objeto de los dardos humorísticos, ya que el humor es, como sabemos, una de las formas más eficaces de mostrar la falla del que se cree completo, perfecto e incuestionable. El humor derriba ídolos y hace tambalear ideales grandilocuentes; la ironía hace cosquillas en las axilas de los monumentos. Desde Sócrates hasta Woody Allen se hace evidente que no hay nada tan sagrado ni tan intocable que no pueda ser objeto de risa. Uno de mis ejemplos favoritos es el Quijote de Cervantes: con pluma sutil e irónica, el escritor descascara el brillo de las novelas de caballería, género de máximo prestigio pero basado en ideales heroicos –las Cruzadas!- que mucho tenían de xenofobia, violencia y autoritarismo nacionalista y religioso. Cervantes, al igual que su contemporáneo Shakespeare, pone a la vista el derrumbe de un mundo aferrado a modelos míticos y la entrada en la historia del hombre común. Muchas hogueras –reales o metafóricas- han ardido para castigar a los “infieles”, es decir, a los insumisos, a los creadores, a los libres de pensamiento. Entonces, retomando: ¿hay límites? Y si los hay, ¿quién o desde dónde los establece? No desde la autoridad de un soberano, sino –propongo- desde la ética: todo poderoso es pasible de mofa, toda autoridad puede –y tal vez debe- ser motivo de chiste. Lo que no sería admisible es burlarse del débil, reírse del enfermo, hacer mofa del explotado, del sobreviviente, de los muertos, de los que han padecido torturas o exterminio, de los menesterosos en cualquier sentido. Como diría Levinas, yo soy responsable por el sufrimiento del otro, mandato inscripto en la estructura misma de la razón humana. Esta ley ética no “baja” desde ningún gobierno ni estamento sagrado o superior, sino que –aprendimos de Kant- cada uno de nosotros es legislador y legislado a la vez. Y ese es el borde que ningún humorista debería atravesar.

CHARLIE KOSHER

Dos días después del atentado a Charlie Hebdo, el atentado al mercado kosher. Ni manifestaciones masivas, ni pancartas ni titulares periodísticos expresando horror y solidaridad con las víctimas. Nadie dijo “Je suis Super Kosher”. Parece que hay muertos de primera y segunda categoría. Sin duda, es mucho más lucido identificarse con reconocidos artistas o intelectuales que con ignotos judíos, supuestamente religiosos, que simplemente van a comprar su comida al super. Después del primer ataque terrorista, propuse “Charlie es judío”. Algún lector opinó que la asociación era caprichosa. Lamentablemente, un día más tarde el segundo ataque confirmó que no lo era. Lo asombroso es que el golpe terrorista al mercado kosher no solo no es arbitrario ni desvinculado del primero, sino que pone en evidencia el fondo y el sentido de este. Al igual que el nazismo, que en su devastadora acción asesinó a cristianos, gitanos y millones de individuos de diferentes orígenes y condiciones, pero cuya raison d’être y eje articulador era (y es) el antisemitismo (léase, si no, “Mein Kampf” y los innumerables decretos que el régimen produjo a lo largo de más de una década), el fundamentalismo islámico extiende sus tentáculos de muerte y horror a partir del mismo núcleo. Insisto en la relación entre ambos fenómenos, aun si parecen provenir de lugares, épocas y mentalidades diferentes. A primera vista es difícil percibir el íntimo parentesco: Charlie Hebdo es una publicación progre, de izquierda, que toma como objeto de mofa y sátira expresiones religiosas de diversas corrientes y denominaciones. El mercado kosher es, por el contrario, un sitio al que acuden personas observantes de los preceptos que su fe les impone. Dos lugares, dos instancias que no podrían aparecer como más antitéticas. ¿No será esta supuesta paradoja la clave para ayudar a entender la trama del fenómeno? O, dicho de otra manera: ¿qué de lo judío sintetiza y representa ese amplio abanico de formas de vida y pensamiento que el fundamentalismo quiere eliminar? ¿Y –tal vez esta es la pregunta clave- qué de este deseo perverso anida en el corazón mismo de la Europa culta, laica y “democrática”? Se dice que los recientes ataques y el repudio que suscitaron serán, en última instancia, favorables a la ultraderecha. Pero veamos: la ultraderecha es xenófoba. La ultraderecha es anti islamista. La ultraderecha es antisemita. Otra vez, términos que parecen opuestos resultan casi idénticos. Si, como todo parece indicar, la ultraderecha francesa –y no solo- crece y se fortalece, habrá que asumir que entre islamistas extremos y ultraderecha hay, al menos, un consistente núcleo común. No los une el amor sino el espanto, claro: el odio al judío, una vez más, fabrica los socios más inesperados. Como ya dije, muchos representantes de la izquierda han mostrado simpatía por regímenes totalitarios (¿habrá que recordar el pacto Molotov- von Ribbentrop, entre otros fenómenos siniestros?); muchos pensadores “progres” han expresado su furor antisemita en términos sorprendentemente similares a sus enemigos de derecha. Las identificaciones ideológicas no son las que aparecen en forma explícita. Hasta que Occidente no se interrogue de manera honesta sobre tan grave cuestión, su propia subsistencia estará en peligro. Y no será, reitero, “la amenaza que viene de afuera”, los aliens depredadores que invaden un mundo racional y evolucionado. El “otro” es uno mismo. Y tratar de eliminarlo es autoaniquilarse.
En relación a los hechos de terror ocurridos en París, enero 2015.

Charlie Hebdo: ¿ser o no ser?
Si se toma el ataque a Charlie Hebdo como un hecho aislado, nos veremos impedidos de entender y medir la gravedad que implica. Las actuales formas de terrorismo llevadas adelante por el fanatismo islámico pueden aparecer como diferentes o atomizadas, pero todas ellas –las Torres Gemelas, el tren en España, Amia y Embajada de Israel en Buenos Aires y tantísimos otros ataques perpetrados en múltiples lugares del mundo, distantes entre sí- forman parte de un mismo fenómeno, que nada tiene de caprichoso ni inorgánico. Frutos mortales de un mismo árbol, multiplicación incesante de una sola ideología. El enemigo declarado a quien debe darse muerte puede llamarse “mundo occidental”, “judíos”, “cristianos”, “infieles”, “Israel”, pero bajo esos nombres se ataca también a mujeres que aspiran a elegir sus vidas, ciudadanos que expresan su disenso, personas que reivindican su libertad política, intelectual, religiosa, sexual o de cualquier otro aspecto de sus existencias. Es preciso entonces abarcar con la mirada la compleja y multiforme trama en la que este último hecho se inserta: Europa, América, Oriente y Occidente, es decir, el mundo tal como lo conocemos, vive bajo la amenaza incesante y cada vez más siniestra de “una potencia en cólera”, como decía Joseph De Maistre. Un dios colérico, Alá, al que sus fanáticos adoradores le atribuyen el mandato absoluto e inapelable de exterminar a todo aquel que no comparta esa “fe”. No es entonces cuestión humana, no son los mortales quienes deciden matar, sino que lo hacen en nombre de algo más alto y poderoso. ¿No suena conocido? Hace solo ochenta años Europa se desangraba bajo el nazismo. Como corolario de una sostenida y persistente práctica de odio antijudío -toda la milenaria historia de Europa está jalonada por las innumerables modalidades de este odio, ejercido desde los más altos estamentos políticos y religiosos tanto como desde las capas populares-, los nazis llevaron adelante el exterminio organizado en pos de la tan mentada (y afortunadamente fracasada) “solución final”. Por cierto, tuvieron que pasar décadas para que se advirtiera – ¿se advirtió realmente? ¿estamos advertidos ya?- que el nazismo no era, no había sido -¿no es?- un fenómeno aislado ni de generación espontánea, sino que coronaba una larguísima cadena de hechos en todos los niveles de la vida europea. La “pureza de la raza” era, en esa ocasión, el motivo superior, la divinidad que alentaba las matanzas. Las manifestaciones de tales ideologías van mutando, y pueden aparecer con distintos rostros adaptados a los ropajes de cada época. Pero es imperioso advertir sus relaciones, sus disfraces y sus conexiones. No deben verse casualidades cuando lo que hay son líneas dominantes, las “tendencias criminales de la Europa democrática” como las llama Jean-Claude Milner: un hilo rojo que articula las distintas denominaciones de una misma ideología del exterminio, lo que podríamos llamar la “nazislamización” de Europa. El “mal” no viene de afuera, no es un virus oriental inoculado en la sana cultura occidental. No es un choque de civilizaciones. Si no advertimos el siniestro parentesco entre Hitler y Al Qaeda –anche Hamas, ISIS, Hezbolah y todos los innúmeros grupos terroristas que se reproducen sin cesar- no tenemos ninguna posibilidad de afrontar el peligro inminente que nos amenaza. Mientras se ataca a Israel o a los judíos, no parece importar demasiado. Durante siglos, la mayoría de los hombres y mujeres actuaron como el personaje del poema erróneamente atribuido a Bertold Brecht: vinieron a matar a los judíos, pero como yo no soy judío no me preocupé. Hoy –y ya desde hace mucho, muchísimo tiempo- queda a la vista que Charlie Hebdo es judío. Y si “todos somos Charlie”, como rezan los carteles de los manifestantes…
  1. Kliné se denomina el diván en el que los filósofos se recostaban (reclinaban, literalmente) para discurrir sobre los temas importantes de la vida -el amor, la muerte, la virtud- mientras disfrutaban de deliciosos manjares y bebidas. Así los retrata Platón en su diálogo "Banquete". De ahí viene el término "clínica". De modo que la clínica es originariamente filosófica y luego se traslada a otras prácticas, dedicadas a mejorar y elevar la vida humana. Un encuentro amistoso para pensar juntos, sin censura y sin constricciones. Diálogo en su más pleno sentido.